divendres, 4 de novembre del 2011

La cultura del pollo Parte 1: La fábula

En el campanario de la iglesia de un pueblo llamado Santa Percuta del Escroto había un nido de cigüeñas. En él habitaban cinco polluelos hambrientos que cada tarde esperaban que mamá cigüeña trajera gusanitos, peces o alguna desafortunada culebrita. El pollo más grande, plumado y robusto se llamaba Martra. El más pequeño y delgado, se llamaba Quicüe. Éste era con diferencia, el más bueno y respetuoso de todos los hermanos.

Aunque el resto de hermanos son intrascendentes en la historia, es interesante recordar sus nombres y conocer algunos detalles para entender mejor el entorno familiar;
Había un tercer pollo al que le faltaba un hervor, era algo deformado, bizco, cojo y su plumaje recordaba a un estropajo, pero curiosamente tenía éxito en la comunidad del pollo. Lo llamaron Megane.
Los otros dos hermanos eran gemelos, como dos gotas de agua, a uno le pusieron Forrest Gump y al otro Jorge Lorenzo.

Cada día mamá cigüeña llegaba tarde porque su jornada laboral era de 12 horas en una compañía líder en transporte urgente de paquetería en envíos internacionales desde París hasta cualquier rincón del mundo. La compañía se llamaba DIPEM  (Desconocido me ha Inseminado y Prefiero Explicar una Mentira).

Cuando mamá cigüeña llegaba con la comida, el nido se convertía en una jaula de grillos, los pollos se ponían nerviosos, gritaban y se alborotaban hasta el punto de que era imposible distinguirlos, todos luchaban por hacerse con el primer gusano. El pollo Martra, que era capaz de gritar de forma sorprendentemente estridente y desagradable era el que llamaba más la atención de mamá, y con el fin de hacerlo callar, mamá cigüeña le daba primero de comer. En cambio, Quicüe, que odiaba la violencia y prefería llegar a un acuerdo hablado entre todos, quedaba rezagado en un rincón del nido a la sombra del violento enfrentamiento. Desgraciadamente para el pequeño pollo, allí solo funcionaban los gritos y los malos modales y sus hermanos nunca le dejaban nada.

Cada día la historia se repetía y mientras Martra cada vez se hacía más grande, Quicüe se iba debilitando. Tras varios intentos fallidos de hacer entender a los demás que él también necesitaba comer, un mal día Quicüe murió desnutrido.

El resto de los hermanos pollos aprendieron que gritando y pisando a sus hermanos podían sobrevivir y salir volando hacia la independencia.

Pasados unos años, la cigüeña Martra creció y en una noche de locura y desenfreno fue fecundada por un desconocido del que recordaba vagamente el nombre, era algo así como Rocco Si Güeña.

Durante el embarazo Martra buscó un lugar donde construir un hogar para incubar los huevos.

Las cigüeñas suelen construir sus nidos en las partes más altas de las edificaciones con el fin de conseguir la mayor seguridad posible para las crías. Pero Martra, engañada por su victoriosa infancia, tenía tanta autoestima y estaba tan segura de sí misma y de sus métodos, que se vió capaz de construir su propio nido de lujo con excrementos de vaca y pis de cerdo en la zona alta de un arbusto cualquiera a un metro y medio del suelo.
El arbusto estaba ubicado en el extrarradio de un conflictivo bosque llamado Shoria poblado principalmente por cacatúas, pavos reales, truchas, mariquitas y peligrosos ñus.

Tras un duro periodo de incubación, de los 5 huevos solo salieron dos crías, Beattle y Erreocho. Beattle, salió clavadita a la madre, era musculado y corpulento, con un gran pico y una extraordinaria fuerza sonora. Erreocho, era más delgadito, algo enclenque pero con un encanto cautivador, a Martra, sus ojos le recordaban con nostalgia su fallecido hermano Quicüe.
Los tres huevos restantes acabaron pudriéndose, pero antes de enterrarlos les puso un nombre a cada uno; Zafira, Scénic y Pichasso.

Martra cuidaba a sus bebés con cariño y entusiasmo, y cada día, igual que hacía su madre, les traía la comida. Pero cuando tocaba repartir, Beattle actuaba como Carmen de Mairena en una orgía de quinceañeros, a golpes de pechuga apartaba a sus rivales para comerse todos los gusanos. Y cuanto más grande era el gusano, más pechuga sacaba.
Pasaban los días y la historia se repitió, Erreocho murió como mi tía soltera Rolanda, sin haberse comido nunca una buena culebra.

Al día siguiente, Martra dolida por la muerte de su hijo y con la amarga sensación de que podría haber aprendido del pasado y evitar la pérdida, se fue de nuevo a trabajar dejando a Beattle solo en el nido.
Mientras el pequeño pollo intentaba hacer sus primeras bateadas de ala y dar el salto al primer vuelo, un gato naranja que rodeaba el arbusto del nido se acercó y lo miró con sorpresa. Beattle asustado, utilizó su mejor arma, la que heredó de su madre y siempre le había funcionado. Empezó a gritar con más fuerza que Sharapova y a dar golpes de pico al aire, pero en esta ocasión no eran pollos ni pijos faltos de sexo lo que le rodeaba, y no asustó ni sorprendió a nadie. Lo único que consiguió fue llamar la atención y atraer a toda la familia del gato. Los felinos, sin hacer ruido, despiezaron y se repartieron a Beattle y se lo comieron de aperitivo. Aperitivo del plato principal que esperaron hasta el atardecer junto al nido.

Fin

Moraleja 1: No intentes luchar en una orgía contra Carmen de Mairena. Te quedarás sin tu gusanito.

Moraleja 2: “liando un pollo” puedes obtener más resultados que conversando y hablando con educación, pero acaba pasándote factura.

Moraleja 3: Si tienes descendencia y quieres seguridad no busques hogar cerca de la peligrosa Shoria.

5 comentaris:

  1. Jajajaja, t'has superat :D N'hi ha per tots i de tots colors.

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  2. Moraleja 4: Hay que estar un poco "tocado del ala" para querer poner huevos en esta sociedad.

    Fdo: Shoria's avenger

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  3. jajajajaja.....increïble!
    Moraleja 5: el nom que et posen els teus pares pot marcar-te de per vida.

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  4. Exacte. I si trobes algú que de primer nom es diu Rocco, bona senyal.

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