dimecres, 28 de desembre del 2011

Tradiciones navideñas del mundo animal

Un año más en casa se han celebrado las navidades. Como es tradición en toda casa de buen catalán “hem fet cagar el tió” que traducido literalmente al castellano es “hacer cagar al tió”. Esta tradición consiste en darle con un palo a un tronco (tió) tapado con una manta con la intención de que el tronco cague regalos. Cuanto más fuerte se le pica, antes caga los regalos.
Para que la magnitud del encarnizamiento se entienda desde Madrid, es como si se sacara provecho de dar permanentemente palos a una comunidad autónoma.
 
Mientras los niños de la casa le van dando al tronco como si fuera un señor magrebí en la fiesta de graduación de Josep Anglada, los padres y familiares acompañan la actividad con una tierna canción. “Caga tió, avellanas y turrón, si no quieres cagar, te daré un golpe de bastón!” aplauso unánime y a seguir ensañándose con el tronco.

Casualidades de la vida, encendí la televisión y me percaté de que existen otras especies animales que también tienen tradiciones navideñas relacionadas con los troncos. Pero en esta ocasión el proceso era exactamente al revés. El animal cagaría un tió.
Observaba con detención un documental de animales africanos donde, durante cinco apasionantes minutos, un angustiado ñú intentaba expulsar por su recto un tronco de secuoya que había ingerido por error.
Reflexionando sobre este tema, y gracias a un cúmulo de casualidades fatídicas que sucedieron durante los tres minutos siguientes: -cinco variedades de alcohol en la sobremesa, mi tío Quimet encerrado en el baño imitando al ñú, Isra frotándose la entrepierna con crece-pelo y mi tía soltera Gertrudis montando el tió esperando su premio- he llegado a una curiosa conclusión:


La misma especie que alardea de ser la más inteligente de todo el reino animal es la única que necesita papel higiénico para limpiarse la salida del tracto gastrointestinal tras cada deposición.
La caprichosa evolución decidió darnos dedos para hacer herramientas,  pero pensó, como ahora ya tenéis brazos, manos y dedos, no hace falta que ingenie un ano de paredes hemorroidales retráctiles, de tal manera que si no os limpiáis con vuestros deditos, os picará el culo todo el día. Entonces el homo sapiens inventó el cortaúñas y el papel higiénico.

Desde un punto de vista evolutivo este hecho es claramente una desventaja. Me imagino una curiosa y típica situación: ingerir un cocido maragato en pleno agosto y cinco minutos mas tarde, ser perseguido por un Puma. Al no disponer del sofisticado ano de un dromedario, no podemos cagar mientras corremos, por lo tanto la única posibilidad de sobrevivir a esa situación es que tengas un hedor natural como el sobaco de Falete y la intención del Puma sea solo satisfacer su apetito sexual. Paradójicamente en este caso sí que sería bueno que nuestro aparato digestivo haya decidido completar el proceso. La sorpresa sería para el felino, que celebraría la navidad con un buen turrón.

Feliz navidad.